Siempre corriendo, esperando, pensando qué necesito para que sea o deje de ser.
Buscando o creyendo construir un camino que me conduzca a esa transformación.


Pero después de todo, el cristal esta destinado a romperse y no tiene una fecha especifica para aquel fatídico desenlace, no espera cambios, sucesos o concesiones… pasa.


Aún así, en aquellas madrugadas cuando la inmensidad del horizonte se cubre de aquellos colores amarillos, tonos naranjas… mientras las sombras de los arcos forman contornos propicios para enmarcar un momento.


Solo aquellos cuya alma se asombra y renueva, aun cuando no podrán repetirlo, son los únicos conscientes de su infinita magnificencia.


Mientras el resto pasa de largo, con el sol rozando aquellos rostros que siguen persiguiendo y pasan sin historia.

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