Así que lentamente fluyes…
La felicidad pasa y se va con aquellos recuerdos que una vez fuerón más que eso, pero ahora ¿qué es la felicidad? he empezado a olvidar.
Solo debería seguir adelante…
Acaso debo cambiar aquello que fui para seguir, ¿qué tengo que cambiar entonces?
Todo se detiene, al menos para mí.
Los días pasan y pasan; llega el día, cae la noche y aun así no siento nada, ni el más mínimo momento me conmueve o me abruma.
Tengo que tratar… Se supone.
¿Tengo?
Me levanto de la cama y veo la luz que entra por aquella pequeña ventana que se oscurece y se opaca cada día por el polvo. Luego, me dirigió al espejo y no me gusta el reflejo de aquel espectro, no me gusta lo que veo.
Que fatiga me produce pensar que aquel sentimiento, aunque mío, me domine y nunca me deje.
Sí, el tiempo tal vez, el tiempo eventualmente…
Pero qué es lo real y qué es lo falso aquí, solo he conocido aquella pequeña ventana, he percibido aquel brillo opacado por el polvo y he visto durante todos estos años aquella aparición en el espejo.
Siempre ha sido así y tal vez siempre será así, es todo lo que conozco.
Debería lamentarme, debería afligirme, debería sentirlo…
Cada día cargo con aquel pañuelo empolvado, roto y sucio hasta el punto de la repugnancia.
Trato de limpiarlo pero es un problema, tal vez es un mayor problema que ellos traten por mí… Tal vez ya no es un pañuelo sino un problema.
Que confusión causa todo el ruido.
¿Por qué? no lo hay, ¿razón? no hay razón…
Después de todo, después de aquello…oh, he limpiado aquella ventana tantas veces que solo me queda despedirme, despedirme del polvo, despedirme de aquella luz que rosaba mi rostro y me llevaba al nuevo día y despedirme de la sombra que cada día, postrada ante mí, me lo pedía.